Electronic Arts se adentra en la competencia del hack and slash con un juego que evoca fragmentos literarios de la Divina Comedia de Dante Alighieri y que, notablemente, parece una calcomanía de God of War.
En el año 2010, particularmente en el mes de marzo, todos los ojos de los videojugadores estaban levantados con las expectativas bien altas con el lanzamiento God of War III, la anticipada secuela de la saga de Santa Monica Studios que continuaba las aventuras de ese dios de la guerra sanguinario e iracundo que se hace llamar Kratos. Se convirtió de inmediato en uno de los más exitosos y, hoy en día, se considera uno de los mejores de todos los tiempos. Pero, un mes antes de que eso sucediera, los señores de Electronic Arts (EA), quizá en un intento creativo bastante desesperado para alcanzar a ese sector demográfico del hack and slash que había conquistado la franquicia de Sony desde 2005, lanzaron un juego bastante similar en su jugabilidad a la serie de God of War. Este juego en cuestión era Dante’s Inferno, estrenado en febrero de dicho año y al que el tiempo parece haberlo relegado al olvido. El juego, desarrollado por Visceral Games, tuvo una extensa campaña de mercadeo de parte de EA, en la que se detallaba sus cualidades basadas en la Divina Comedia de Dante Alighieri y toda esa nomenclatura de los círculos del infierno por la que es conocida. La publicidad de EA llegó tan lejos que, en un momento dado, contrataron a manifestantes para crear una protesta falsa anticristiana en contra del juego como parte su engañoso plan de marketing, aunque de igual forma causó polémica. Al final de la jornada, tuvo una acogida mixta tanto del público como de los periodistas especializados en videojuegos.
Por simple curiosidad, a once años de ese lanzamiento controvertido, he conseguido una copia en digital de Dante’s Inferno para ver de qué trata el asunto dantesco y, desafortunadamente, desperdicio cerca de nueve largas horas descendiendo a su infierno para terminarlo por completo. Da igual si lo hubiese jugado hace diez años. El juego de EA me parece un pastiche bastante burdo de God of War, casi como si fuese el resultado de un trabajo concentrado en ingeniería inversa para clonar todas las mecánicas y enmascararlas debajo de una fantasía oscura medieval que desvíe la mirada de las características robadas más obvias de esa propiedad intelectual. No hay que ser un tonto o estar completamente ciego para darse cuenta. Tiene unos cuantos niveles, eso sí, con un diseño bien atmosférico que complace mis retinas en unos cuantos pasajes, pero más allá de su apartado gráfico, su jugabilidad me aburre y no supone para mí nada fuera de lo ordinario cuando tomo el control de mi PS3 para ser testigo de la odisea del caballero con movimientos fotocopiados de Kratos que baja a los infiernos para vengarse por el rapto de su amada en manos del diablo.
El modo historia del juego sigue a Dante, un caballero de la tercera cruzada que tiene tatuada una cruz roja cosida sobre su pecho que cuenta la historia de su vida, temeroso ante los demonios y espíritus maligno, pero siempre dispuesto a enfrentar el mal con su poder y su habilidad para el combate y el uso de la magia. Estando en la ciudad de Acre para mantener a salvo a un grupo de prisioneros sarracenos que guardan una reliquia sagrada de Saladino para entregarla al rey Ricardo I, Dante recibe la orden de que mate a todos los civiles en el nombre del señor para tomar por la fuerza la reliquia que ahora le pertenece a su rey, pero es apuñalado por la espalda por un asesino. La Muerte condena a Dante por sus pecados, a pesar de que un obispo le garantizó la absolución. Lucha en un duelo en el que derrota a la Muerte y toma prestada su guadaña, mientras se niega a aceptar su destino para reunirse de nuevo con su bella Beatriz. Al regresar a su casa en Florencia, encuentra a su padre Alighiero y a su esposa Beatriz brutalmente asesinados. El alma de Beatriz aparece ante los ojos de Dante, pero ve cómo esta es secuestrada por Lucifer, que la arrastra consigo hacia las profundidades del infierno. Dante, tras bendecir la cruz que le dio su esposa como símbolo de su unión matrimonial, jura protegerla a costa de cualquier engendro y luego atraviesa una fosa en el suelo, donde desciende a las Puertas del Infierno para buscarla en los círculos.
En términos generales, el argumento de este héroe cruzado no me causa ni frío ni calor porque, en efecto, todos los episodios se estructuran de forma muy rutinaria y torpe cuando reciclan los viejos tropos de la narrativa del caballero valiente que rescata a la princesa en peligro, aunque ahora se disfraza con un poco de literatura dantesca para que se piense lo contrario. El personaje, Dante, me parece demasiado plano y no tiene un solo ápice de personalidad, algo que lo haga interesante, sobre todo porque sus conflictos intrínsecos permanecen en la superficie de las caricaturas animadas que a desgana cuentan su pasado oscuro sobre adulterio, desdicha, violencia, ambición, heridas familiares y promesas incumplidas. Toda su motivación de salvar su esposa de las garras de Satanás se origina, en parte, porque cuando este se hallaba en las cruzadas, Beatrice perdió una apuesta que hizo con el diablo al pensar que Dante le había sido fiel, pero como este fue todo lo contrario, se entregó voluntariamente comiendo la fruta prohibida para saber qué tan lejos llegaría su marido para reparar su corazón roto.
Todo me resulta melodramático e infinitamente previsible, sin muchas sorpresas cuando Dante, guiado por el espíritu de Virgilio que le explica con algunas descripciones lo que sucede, atraviesa los distintos círculos del infierno y con la fuerza de su guadaña acaba con facilidad con los múltiples enemigos que obstaculizan su camino, entre los que se encuentran Caronte, el guía que transporta en su balsa las almas de los condenados; el Rey Minos, el juez de los condenados en el Limbo; la gigantesca reina Cleopatra y su amante Marco Antonio, que controlan la Torre Carnal en el círculo de la Lujuria; el gran gusano Cerbero en el círculo de la Glotonería; Alighiero, el padre de Dante ahora deformado por los lagos de oro del círculo de la Avaricia; el gigante demonio de fuego Flegias que camina por las aguas de la Laguna Estigia en el círculo de la Ira; los demonios de los muros de la Ciudad de Dite en el círculo de la Herejía; el caballero cruzado Francesco, antiguo camarada y cuñado de Dante, desfigurado por la venganza en los interiores del Bosque de los Suicidios en el círculo de la Violencia; los diez desafíos de Malasbolsas en el círculo del Fraude; la confrontación en el círculo de la Traición en la que Dante reconoce que ha pecado más allá de la redención, admitiendo que su lugar está en el infierno y, como acto de supremo sacrificio, deshace la transformación de Beatrice, quien en última instancia es llevada al cielo en los brazos del Arcángel Gabriel. Al final, como es de esperar, Dante lucha contra las dos formas de Lucifer a orillas del helado río Cocito, donde se revela que fue manipulado por este todo el tiempo para que rompiera las cadenas que lo liberaran y, tras derrotarlo, aun sabiendo que está condenado a permanecer en el infierno como un muerto más, consigue la anhelada redención mientras en el Purgatorio mira de lejos a su doncella que lo espera en el Paraíso.
En cierta medida, la jugabilidad de Dante’s Inferno sigue al pie de la letra los mecanismos genéricos más básicos de hack and slash, donde el personaje que controlo atraviesa varios niveles en los que siempre hay una caterva de enemigos para combatir y algunas habitaciones que contienen los rompecabezas que usualmente me ponen a cavilar. Controlando a Dante puedo correr, esquivar, bloquear, saltar, atacar, escalar paredes, balancearse entre cuerdas e invocar magia, las acciones más características del género. Tiene una barra de salud de color verde y una barra púrpura que marca su estado de maná para activar la magia. El arma principal de Dante es la guadaña de la muerte con la que se puede ejecutar ataques combinados y movimientos finales que fácilmente acaban con varios enemigos al mismo tiempo. Como arma secundaria porta una Cruz Santa que dispara ráfagas sucesivas de energía espiritual en forma de cruces.
Con esas armas Dante puede atacar a múltiples enemigos al mismo tiempo y realizar combos en cadena que varían el desempeño dependiendo de la cantidad de habilidades adquiridas, así como las reliquias que activa en cuatro ranuras con las que invoca ataques mágicos bastante potentes que modifican sus atributos de fuerza, resistencia y el poder del daño causado. También se puede dominar criaturas y controlarlas. Al final de cada combate o durante las peleas con los jefes, Dante puede acabar con un enemigo mediante un evento de tiempo rápido, en el que debo presionar un botón específico para castigarlo o absolverlo. Si elijo castigar al enemigo, Dante ejerce un ataque brutal para acabarlo por completo, pero si, al contrario elijo absolverlo, extirpo la maldad que hay en su interior para que vaya al cielo. En cualquiera de los dos casos, Dante obtiene como recompensa una cantidad de almas que funcionan como moneda para comprar ítems nuevos y actualizar las mejoras en un denominado árbol de habilidades sagradas que se segmenta entre los orbes azules (los sagrados que mejoran los atributos mágicos y físicos) y los orbes rojos (los profanos que aumentan el poder de las armas y los combos). Ese sistema de habilidades genera experiencia que mantiene un balance entre la herejía y la rectitud para definir el espectro de poder del personaje.
Si bien el sistema de combate tiene un arranque más o menos atrapante, en un instante determinado me alcanza una sensación de fatiga producida, sin mucho apuro, por la rutina de estar acabando con los mismos enemigos repetitivos que son presentados sin ningún tipo de asombro para darle una justificación blanda al héroe que castiga o absuelve a las almas condenadas de los pecadores, como los minotauros gigantes, los muertos, los esqueletos dorados, los bebés diabólicos, las gulas vomitivas, las arpías semidesnudas con rostro de serpiente. En nueve horas de juego poca cosa cambia. La táctica siempre es la misma. Esa repetición, tan absurda y carente de esa cosa tan importante como el factor de diversión, a mi parecer solo refleja la sequía creativa de unos desarrolladores que estaban demasiados preocupados por reproducir la acción de God of War. Los movimientos, los ataques y hasta la manera en la que hace el salto doble me parece una reproducción nimia de Kratos. Hasta la cámara fija en tercera persona es la misma. Los rompecabezas son demasiado fáciles de adivinar, y también se torna un poco prescindible el minijuego donde las esferas de los pecados de los enemigos condenados se mueven al centro de la pantalla para ser absueltos. Los enfrentamientos con los jefes tampoco suscitan para mí alguna emoción y terminan quedándose en un terreno acomodaticio que solo me provoca bostezos.
El aspecto que más me agrada del juego, eso sí, es el estilo artístico y el diseño de niveles que reproduce, con elementos audiovisuales bastante portentosos, los paisajes mortuorios y pesadillescos de los Nueve Círculos del Infierno de Dante de la Divina Comedia, de Alighieri. Su motor gráfico, a cargo de los desarrolladores de la desaparecida Visceral Games, ofrece un tratamiento de efectos atmosféricos para la instauración de escenarios lóbregos y, en mi opinión, es bastante congruente cuando renderiza los caminos destruidos, los ríos de sangre, los bosques siniestros, las pilas de cadáveres, las cavernas rubicundas, los demonios grotescos, los valles de colosos, las paredes de los condenados que imploran misericordia, de esos círculos infernales que desprenden asco, locura y oscuridad. Hay mucha atención al detalle a los panoramas dantescos, en unos escenarios más que otros, aunque pierde solvencia en la física de los modelos de los personajes que, penosamente, tienen texturas que parecen hechas con gráficos de PS2 cuando se expresan y se mueven. A pesar de todo, el rendimiento del motor de física carga las texturas de los modelos y detalla ciertos objetos con una tasa estable de fotogramas a 60 cuadros por segundo, sin registrar en ningún momento una pérdida de cuadros ni en los combates más congestionados de objetos cargados. En cuanto a la música, solo puedo decir que la partitura de Garry Schyman tiene escasa resonancia acústica por esas composiciones sosas de barroquismo sacrosanto que intentan sonar como los temas más icónicos de God of War. Igual de pobres son los efectos de sonido como los guadañazos, los golpes recibidos, las explosiones, los gritos y las voces guturales.
Agradezco, por supuesto, el intento de los desarrolladores a cargo del director creativo Jonathan Knight de tratar de captar en un videojuego la estética macabra y religiosa de la Divina Comedia, algo que no se hace desde la versión de Dante’s Inferno desarrollada por Beyond Software para la Commodore 64 en 1986. Pero tristemente su épica del caballero cruzado con la cruz sagrada y la guadaña mortal carece de cualquier dispositivo de originalidad cuando calca sin escrúpulos a otras propiedades intelectuales como la ya citada God of War y en ocasiones a Castlevania. No hay nada novedoso en su descendimiento al infierno. Es demasiado notorio el reciclaje de ideas que hay detrás de su jugabilidad repetitiva que se extiende hasta los créditos del final. Un juego bastante aburrido de la desmantelada Visceral Games.
Desarrolladora: Visceral Games
Distribuidor: Electronic Arts (EA)
Año: 2010
Género: Hack and slash
Consola: PlayStation 3 (PS3)
Calificación: 5/10
Año: 2010
Género: Hack and slash
Consola: PlayStation 3 (PS3)
Calificación: 5/10
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